Cerrar como un señor
El pasado martes 26 de julio, Take Eat Easy
–una startup de reparto de comida a domicilio- anunció su cierre al no
disponer de financiación suficiente para seguir sustentando sus
operaciones.
Su CEO y fundador, Adrien Roose, publicó un artículo en el que desgranaba su modelo de negocio y defendía la viabilidad del mismo,
asegurando que el único problema de Take Eat Easy había sido no
alcanzar la masa crítica suficiente para llegar a ser rentable. Estaba
subido en un cohete y los malditos inversores le habían dejado sin
combustible, a medio camino a la Luna.
Su hermana y cofundadora, Chloé Roose, escribió otro texto -mucho más emocional- en el que reconocía que le resultaba imposible encontrar palabras adecuadas para decir adiós.
La típica historia sobre emprendedores jóvenes y valientes, que luchan
por cambiar el sistema y son derrotados por enemigos muy superiores
-sólo después de ser traicionados y abandonados en el campo de batalla-
que tanto gusta a los medios… excepto por un pequeño detalle: Adrien y Chloé no contaron toda la verdad.
Los hermanos Roose y sus socios han cerrado
la empresa sin liquidar los pedidos, cobrados en su nombre, a los
restaurantes que confiaron en ellos –la deuda con algunos llega hasta
los 80.000€- y, lo que es más grave aún, sin pagar las últimas nóminas de sus empleados.
El mismo día 26 de julio, los empleados
conocieron de una tacada que la empresa cesaba su actividad y que no
cobrarían sus nóminas. La situación ha sido tan esperpéntica que, los
trabajadores que se encontraban de vacaciones o de baja, han tenido que acudir con la policía a sus antiguas oficinas, cerradas de un día para otro, para poder recoger sus cosas.
Pero eso no quiere decir que les hayan
despedido, ni mucho menos. Los despidos implican pagar indemnizaciones y
eso es lo último que quiere hacer la empresa belga, así que, los empleados han quedado en una especie de limbo. No pueden cobrar paro, porque nadie les ha despedido, pero tampoco cobran sus nóminas.
Sólo les queda buscarse la vida y darse de baja voluntariamente –justo
lo que quiere Take Eat Easy- si consiguen un nuevo trabajo.
Con este trasfondo, es comprensible que las
publicaciones de los Roose hayan generado indignación y estupor en sus
asalariados, pero aún más indignante debe ser ver como la glorificación
del fracaso en el mundillo estartapil ha convertido a Chloé y Adrien en una especie de héroes para muchos. Lo sé porque yo mismo caí en la trampa.
No hay nada heroico en el cierre de Take
Eat Easy, sólo indolencia y mezquindad. Una cosa es que, después de
matarte a trabajar, no consigas dar un retorno a tus inversores, pero
ellos son profesionales, saben lo que arriesgan. Otra, muy diferente,
jugar con el dinero y las vidas de tus empleados. Las nóminas son sagradas. Detrás de cada una de ellas hay necesidades, personas, FAMILIAS que confiaron en ti. En tu palabra.
Y shit happens
sí, pero cuando eso ocurre, un emprendedor tiene que comerse su propia
mierda, no poner el ventilador y dejar que salpique a todo el mundo. Por
eso, cualquier empresario –hasta el más novato, con la L en la espalda
como yo- tiene siempre en mente cuánto costaría cerrar su empresa. La
línea roja de tesorería que nunca deberías cruzar si quieres cerrar tu empresa como un señor, en vez de cerrarla en falso.
Después de hablar con varios camaradas del metal, todos coincidimos en situar esa línea entre dos y tres meses de burn rate. Los Roose no sólo la han traspasado sino que la han pisoteado, junto con los derechos de sus proveedores y empleados.
Y si, como empresario juegas siempre al
límite, hasta llegar a endeudarte sin saber cómo podrás afrontar los
pagos a corto plazo o traspasar esa línea roja -sabiendo que sólo quedan
por cerrar los últimos flecos de una ronda de inversión- pero nadie te
obliga a hacerlo engañando y ocultando información a tus socios y
empleados. Eso sólo depende de ti.
Lo más terrible de todo esta historia es,
una vez más, el ensordecedor silencio de todo el sector. Pocas voces se
levantarán para señalar que los Roose no son ningún ejemplo a seguir
sino todo lo contrario… porque no lo son ¿verdad?
Es probable que todo esto les salga gratis.
Puede que mucho joven obnubilado con la "La Red Social"
siga viéndolos como héroes. Puede que hasta haya algún venture capitalist
tan estúpido y cortoplacista como para creer que hasta lo hicieron
bien, que protegieron su inversión hasta el último momento. Y, si dentro
de uno o dos años vuelven a la carga, argumentarán que no su compañía
no funcionó, pero aprendieron mucho y, por eso, ahora lo harán mejor ¿Le
importará entonces a alguien lo que ha pasado con empleados y
restaurantes? Debería, maldita sea, DEBERÍA. Los pecados de Take Eat
Easy no son fruto de la inexperiencia ni la casualidad, sino pura
maldad.
Las startups son empresas, no misteriosas entidades de una realidad paralela donde no existe la moral ni la ética.
Y, en los negocios, hay líneas rojas que no debería salir gratis
traspasar. Si hay que cerrar, cierra como un señor, pudiendo mirar a
todo el mundo a los ojos sin que se te caiga la cara de vergüenza. Sigo
queriendo creer que es mucho más fácil recuperar el saldo de tu cuenta
bancaria que tu reputación.
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